lunes, 11 de agosto de 2008

Escindiéndose


Ni siquiera lo pensaba. Esta vez no tenía problema alguno, salvo su miedo de siempre, su verdadero amigo entre los enemigos de siempre. Pensó: “las dudas, tarde o temprano, son como enigmas irresolubles por alguna respuesta. Se prefiere olvidarlas respondiéndoles con rutinas deliciosas, pero con alto contenido de resignación. Eso es la realidad”.
Fue así como la circunstancia se le lanzó en cima, lo hostigó como había pensado, sin embargo, volvió a caer en la trampa: creerse libre.
Intentó formularse una pregunta que sea la respuesta que nunca había dado. Volcó sus retinas, y tímido de serlo, abrazó la expectativa con fuerza, porque: “aún cansado de andar, sigo andando”, se dijo. "Porque aún sabiendo callar, sigo hablando. ¿Con quién?" Con quién sino con nuestra reverberación tímpanos adentro, conciencia adentro.
Se preguntó quién será el que pueda llegar hasta ese recóndito espacio, y quizá uno mismo es ese “quién” que puede llegar allí.
"¡Vamos! ", todos nos damos cuenta de que somos un reflejo de lo que creemos ser.
"¡Vamos!", le dijo a su cuerpo, a su razón, a su desesperación.
"Da un paso". Quizá sea para atrás. De todas maneras, solo él sabe adonde.
"Da un paso hacia el próximo paso", dedujo su conciencia con ojeras.
"¿Dónde queda el próximo paso entonces?"

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