domingo, 22 de febrero de 2009

Fui Dios un instante


Aquella mañana,
Todo se vio tan claro, tan obvio.
Aquella noche,
Todas las cosas quedaron tan lejos.
Los camuflajes necesitan de un buen esbozo,
Pero qué tortuosas se vuelven las acciones,
Cuando ese camuflaje hurta el examen de tus gobiernos.
Duré sin voz.
Habité sin movimiento.
Los céfiros raras veces soplaron con tanto nervio,
Y las hordas de mariposas
Ya añoraban revelarse tan alborotadas.
La lluvia vino y se fue,
No quiso prometer promesas,
Pero surcó zanjas,
Y rebalsó las acequias,
Regando de frescura los contornos de la extensión.
En esa extensión,
Aquella noche y aquella mañana
Se aparearon con húmeda y candente ternura,
Desgajaron sus esencias,
Y sojuzgaron con extremo placer
La unión, la huída, y el perfume.
Dieron a luz las mariposas,
Y mi cuerpo sucumbió
Surcado por el magma de sus manos
Ahorcando las mías.

El futuro es una apuesta;

con una responsabilidad de seis lados,

cualquier circunstancia puede ser tu azar...

Luego revisas tu bolsillo,

tu memoria ya carga con grandes debes y haberes.

Te has vuelto un adicto al vicio de apostar tu vida.

¡Sorpresa!

¡Tu pasado ya es hace tiempo la pérdida que sostiene tus vivencias!

jueves, 19 de febrero de 2009

Hola a la despedida. Chau a la bienvenida.



- Hola.
- Hola, ¿cómo estás?
- Qué pregunta. No sé, si queres te puedo decir “bien” por una cuestión de costumbre o protocolo. Si no puedo serte más sincero y decirte: no lo sé, pero tengo un sabor a felicidad. Quizá por primera vez en mi vida.
- Me quedo con la segunda respuesta. Es más sincera que el “bien” ese que siempre decimos, pero también muestra que tenés más problemas para responder con seguridad a tan simple pregunta, que de por sí, es una pregunta protocolar y hecha por costumbre.
- Sí. Es verdad. Pero me parece que es sincero mostrar los problemas de uno, y creo que la sinceridad es una de esas cosas por las cuales hoy puedo decir que por primera vez en mi vida he probado el sabor de la felicidad.
- Bien. ¿Y cómo amaneció en vos esa felicidad de la que hablas, o mejor dicho, ese sabor a felicidad que está empapando tu paladar?
- Dijiste bien. Mi paladar, a pesar de no saber muy bien qué es, está empapado en ese sabor nuevo. Ese sabor lo probé en la distancia, allí está, estoy seguro; sin embargo, no hay que ser ingenuo y pensar que está lejos, no necesariamente la distancia esté lejos. Te puedo decir también que ese sabor lo probé conociéndome, buscando conocerme, buscando huir para llegar, y perderme para encontrarme. Buscando una plenitud que aquí no tenía, buscando una frescura que aquí no existe, y un encierro que aquí es muy pequeño.
- ¿Qué interesante lo que decís? ¿Te imaginabas diciendo estas cosas hace 4 meses?
- No. Pero tenía la esperanza de poder ser capaz de decirlas. Y además, lo presentía. Este era el momento para empezar a hablar ese idioma, para entender sus primeras palabras. Era una gran presión, porque si la oportunidad que tenía, que la aceché por largo tiempo, se me llegaba a escapar de las manos, creo que hubiese perecido en fábulas infelices y marchitas sin juzgamientos. Eso también lo presentía, eso lo presentía como la culpa que uno siente cuando se arrepiente no por lo hecho, sino por lo no hecho por tal o cual razón.
- Bueno, voy a ser directo: yo me estoy yendo para siempre, ha terminado mi carrera, vine a despedirme, y también a decirte que a pesar de todo, fuiste un gran compañero, un gran colega, un gran hipócrita en esta parábola de verdades peregrinas.
- Fue un placer.
- Tengo una última inquietud antes de despedirnos: ¿bajo qué forma apareció ese sabor a felicidad?
- ¿Por qué lo preguntas?
- Porque yo todavía no lo he probado.
- Mmmm. Tiene la forma de una montaña, la de una nube, la forma de una piedra, o la de un árbol, o la de un río. Tiene el color de un lago, el color de la luna, el color de un caballo, de un ave, de un tábano. Tiene el aroma del aire, y la voz de un silencio lleno de matices. Dibuja caminos serpenteantes, y desfila vestida de personas bellas, hermosas, tan enteras que exageran lo humano. A veces te conquista con un beso, otras con un abrazo, y otras con una pesadilla de la que se ruega jamás salir.