domingo, 17 de agosto de 2008

El Delirio




“La peor forma de extrañar a alguien
es estar sentado a su lado y saber
que nunca lo podrás tener”.

Gabriel García Márquez


Otra vez estaba delirando sus detalles. El subte estaba repleto de pasajeros cansados de la velocidad con la que corren sus vidas. Intento recordar esos momentos de delirio. No pudo. Nunca pudo hacerlo. Se odió por eso. ¿Que hora era? Las tres. Como dice el que se asquea de percibir: “siempre es demasiado tarde o demasiado temprano para lo que uno quiere hacer”. Quiso bajarse del medio de transporte que lo estaba arrastrando. No sabía en donde, pero saco su cuerpo de esa cosa. Subió las escaleras dirigido por la rutina; el día en la superficie no era el mejor. Es mas, el día en esta absurda superficie nunca es mejor; nunca el sol es capaz de dar luz a la oscuridad que hay en uno. Y nunca las nubes lo cubren todo como para apaciguar el dolor y arrojarnos al cansancio que nos hará rendir encima de él cubiertos de sabanas.
Pensó otra vez en ella. No, ella apareció otra vez. Los fragmentos del delirio llamaban a su vista y no lo dejaban focalizarse en la ceguera que implica el vivir. Sentía excitación. Recordaba esos labios cubriendo los suyos y su corazón se hinchaba hasta el punto de explotar. “Quisiera poder explotar frente a ella…” pensó con tono acusativo.
¿Que estaba haciendo? No lo sabía. Hace días que no sabe el porqué de todo lo que hace. En realidad, tampoco eso fue una certeza, pero en la ceguera uno desconfía de la duda y no busca respuestas. No tiene tiempo para eso. Estaba yendo hacia algún lugar. Eso le molestó profundamente. Siempre estamos yendo hacia algún lugar. Vio un banco. Se sentó en él como si hubiese caminado por kilómetros. Era un banco con mucha gente dentro que iba y venía frenéticamente; cargados con maletines y carteras.
Se sentía extraño. Se sentía desconocido. Se sentía dividido. Se sentía en el aire. Se sentía y no lograba entenderse. “Sentirse dos”, eso era. Pero… ¿qué significa?
En frente de él estaba Plaza de Mayo, con sus vayas ya tradicionales que la dividen como lo estaba él. “Sentirse dos” pensó de nuevo. Palomas y gente hacían una danza perfecta de lo caótico organizado a la perfección.
Estuvo sentado por un par de minutos. Siempre dividido. Siempre delirando esos detalles que lo balanceaban al igual que un banco en una tormenta financiera. Al igual que éste banco hace ya cinco años. Estaba tratando de escaparse. Se odió por eso. ¿Por qué quería escaparse de esta sensación? “Porque soy un cobarde” dijo en vos alta. “Porque me aterran sus palabras y ese terror mas me cautiva”, más lo sumía en esta locura.
Decidió caminar. Era lo que siempre hacía. Caminar para que sus piernas llamen su atención al finalizar la maratón consigo mismo. Era una forma de escindirse aun más. Y se fue por ahí, a apreciar la fea belleza del laberinto.

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