domingo, 22 de febrero de 2009

Fui Dios un instante


Aquella mañana,
Todo se vio tan claro, tan obvio.
Aquella noche,
Todas las cosas quedaron tan lejos.
Los camuflajes necesitan de un buen esbozo,
Pero qué tortuosas se vuelven las acciones,
Cuando ese camuflaje hurta el examen de tus gobiernos.
Duré sin voz.
Habité sin movimiento.
Los céfiros raras veces soplaron con tanto nervio,
Y las hordas de mariposas
Ya añoraban revelarse tan alborotadas.
La lluvia vino y se fue,
No quiso prometer promesas,
Pero surcó zanjas,
Y rebalsó las acequias,
Regando de frescura los contornos de la extensión.
En esa extensión,
Aquella noche y aquella mañana
Se aparearon con húmeda y candente ternura,
Desgajaron sus esencias,
Y sojuzgaron con extremo placer
La unión, la huída, y el perfume.
Dieron a luz las mariposas,
Y mi cuerpo sucumbió
Surcado por el magma de sus manos
Ahorcando las mías.

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